miércoles, 11 de noviembre de 2009

La campaña electoral y la emergencia de cambios


Aunque bajo la tensión de conflictos laborales y el incremento de la violencia en las regiones mapuches, la campaña electoral chilena –cuya primera vuelta tendrá lugar el próximo 13 de diciembre- transcurre tranquila, muy ajustada al libreto que caracteriza a este tipo de evento.

Sin embargo, tras esta aparente normalidad, se respira la emergencia de cambios que pudieran indicar un reordenamiento del cuadro político chileno, independientemente de cual sea el resultado de los comicios.


Se ha hecho mucho énfasis en que serán las elecciones más reñidas desde el plebiscito de 1988, cuando el voto popular rechazó la continuación del régimen militar y abrió el camino al llamado “tránsito democrático”, pero no parece que esto constituya una rareza del proceso.


Todas las recientes elecciones chilenas han sido más o menos reñidas, porque, dadas las restricciones existentes, el padrón electoral solo ha cambiado para disminuir en los últimos 20 años. Caracterizándose en la actualidad por una masa de electores envejecida, con afiliaciones muy arraigadas alrededor de las dos coaliciones que controlan la vida política nacional y una visión de país donde el pasado tiene un peso decisivo.


Bajo estas condiciones, los resultados electorales no reflejarán por sí mismos lo que subyace a escala social, pero su lectura puede indicarnos la tendencia de los cambios que están teniendo lugar y su impacto hacia el futuro.


El panorama electoral y los candidatos.


Una verdadera avalancha de encuestas acapara la atención de los medios informativos, aportando datos que, sin ser numéricamente definitorios, nos presentan una idea del contexto en que se desarrolla la contienda:


La derecha, representada por un candidato único en la figura del empresario y ex senador Sebastian Piñera, se mantiene alrededor del 40% de la intención de voto, mostrando mayoría hasta el momento.


Sin embargo, a pesar de adoptar posiciones doctrinales menos fundamentalistas y un discurso populista que se distancia de la agenda tradicional de este sector, la preferencia por Piñera no ha crecido más allá de su electorado habitual, lo que solo le garantiza pasar a segunda vuelta y competir con el otro candidato que resulte más votado.


El oficialismo, donde se concentran los partidos de la Concertación, los cuales han gobernado el país desde 1990, presenta como candidato al ex presidente y senador demócrata cristiano Eduardo Frei.


Siendo una figura tradicional de la política chilena, Frei representa la continuidad de los gobiernos concertacionistas, lo que le asegura el voto duro de esta alianza, pero limita sus posibilidades de crecimiento en otros sectores. A pesar de contar con una poderosa maquinaria política y el apoyo expreso del gobierno, la intención de voto por su candidatura en primera vuelta no rebasa el 30% y muestra tendencia a la baja, debido tanto a la debilidad de su campaña –afectada por el fraccionamiento de la Concertación y la falta de credibilidad de su discurso-, como al reto que ha significado la candidatura de Marco Enríquez-Ominami.


Diputado socialista que abandonó el partido por contradicciones con la cúpula concertacionista y lanzó su propia candidatura a la presidencia, Enríquez-Ominami es por mucho el más joven de los candidatos y la gran sorpresa de la contienda electoral.


Hijo del mítico líder revolucionario Miguel Enríquez, muerto en combate contra la dictadura, e hijo adoptivo de Carlos Ominami, influyente senador socialista, que también abandonó este partido para sumarse a la campaña de su hijo, Enríquez-Ominami, aunque se define como de “izquierda progresista”, arrastra a un espectro muy amplio de votantes, que abarca desde la izquierda hasta sectores de derecha, siendo su punto de encuentro es el rechazo a la política actual del país.


A pesar de ver constreñidas sus posibilidades por el sistema electoral vigente y el escaso tiempo que ha tenido para armar una campaña que partió de cero, varias encuestas sitúan Enríquez-Ominami muy cerca de Frei y Piñera, pero gane o pierda en las próximas elecciones, el éxito que ha tenido su candidatura refleja la simiente de un movimiento político que se proyecta hacia el futuro.


Por último, aparece el candidato Jorge Arrate, figura importante de la izquierda socialista desde los tiempos de Salvador Allende, que también abandonó el Partido Socialista y la Concertación para unirse al Partido Comunista en la alianza de izquierda Juntos Podemos.


Con apenas 5% de la intención de voto, la importancia de Arrate ha sido instalar con bastante credibilidad el discurso de la izquierda tradicional en el debate político, ganando espacio para una corriente que el sistema ha tratado de asfixiar mediante la exclusión, lo que ha dado coherencia a un núcleo de votantes que, aún siendo minoritario, puede resultar decisivo en el resultado final de los comicios.



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