miércoles, 28 de enero de 2009

Esas frases inolvidables


Por el Rey de Bastos

Desde que tengo uso de razón me han llamado la atención las frases que se dicen y que bien podríamos decir que forman parte de la historia de un país. La primera que recuerdo fue aquella del “medio de litro de leche para todos los niños de Chile”, que fue acuñada por el presidente Salvador Allende Gossens en los inicios del gobierno de la Unidad Popular. Contaba con apenas 7 años.


El mismo gobierno socialista acuñó eso que “el cobre es de todos los chilenos” y lo nacionalizó. Hoy gracias a esa medida nuestra balanza comercial se podría decir que está sana a pesar de los avatares negativos de la economía mundial, porque se logró reunir una buena caja chica para salvar estos años de depresión por alto precio del cobre en los mercados internacionales en los últimos años.


En pleno gobierno militar, los sesudos de Pinochet después de la crisis económica del 80 o la llamada recesión lanzaron la frase “Somos millones” refiriéndose a los simpatizantes del gobierno de gris. A las pocas horas algunas calles de Santiago daban la respuesta “Somos millones… pero no huevones…”. Obviamente, en aquellos años ya nadie quería a los militares en La Moneda.


Sigo con las frases célebres. Ya en el retorno a la democracia y con los graves problemas de los Derechos Humanos cometidos durante el mandato de Pinochet el gobierno del presidente Aylwin acuñó la mejor frase de todas las que recuerdo. Dijo “haremos justicia en la medida de lo posible”. Y desde ese entonces comprendí a cabalidad lo que es mi país.


Vamos por parte. Tenemos Educación, en la medida de lo posible. Salud, en la medida de lo posible, Democracia ídem y todas las actividades de la vida diaria pasan por esta célebre frase que sin dudas nos retrata porque Chile es un país “en la medida de lo posible”.


No soy pesimista pero la frase va en nuestros genes. Queremos siempre quedar bien con Dios y con el Diablo y eso no es posible, pero nosotros lo hacemos. No sé como pero lo logramos y vivimos en la dualidad, en medio de blancos y negros, jamás sopesando que nuestra existencia está teñida de grises porque en realidad no somos ni lo uno, ni lo otro.


Así se me ha pasado la vida tratando de comprender que para definirnos nos falta mucho en educación y que todo nuestro país logre los cambios que lo alejen del Tercer Mundo. Mientras tanto nos llenamos de farándula, de esa música que es una oda al mal gusto llamada reggaeton, donde a nuestros jóvenes se les dice que lo único posible y lindo en la vida es fornicar, porque nunca elevaremos los espíritus para ser mejores seres humanos.


Y más encima tenemos la desfachatez de criticar a nuestros vecinos, porque los miramos en menos y los despreciamos. Es cosa de repasar el humor que hacemos de los bolivianos y su estado mediterráneo. Nos burlamos porque no tienen acceso al mar. Nos reímos de la forma como hablan los peruanos y odiamos a los argentinos porque a nuestro juicio son fantoches. En el fondo, de lo que no nos damos cuenta es que estamos ilustrando nuestras propias falencias y envidias. Somos el pueblo más triste de Sudamérica siendo los más ricos en posesiones económicas.


Para muestra un botón: dije en el Facebook que “Iquique no tiene festival, sino que basural” por lo sucio que está en algunos sectores la ciudad y no lo digo yo, sino aquellos que nos visitan, los turistas. Recibí algunas respuestas que me trataban de loco o que la “ropa sucia se lava en casa”, y que no “había que gritar”. Es decir, recibí critica en “la medida de lo posible”, de personas en “la medida de lo posible”. Estamos en el Tercer Mundo del “Tercer Mundo”, esa es la verdad y por sobre el dolor que esto nos provoca debemos tratar de salir de este foso que nos retrata tal cual somos… ¡a educar entonces! ¡a educar! Es lo único que nos va a salvar de la mediocridad.

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