“A menos de dos meses, Frei se encuentra en la misma posición que enfrentaba a Joaquín Lavín con Sebastián Piñera en la elección presidencial del año 2005″ (por Carlos Salas Lind).
Frente a los resultados de la última encuesta CERC, el cuarto sondeo dado a conocer en el mes de Octubre, la carrera presidencial ha comenzado a marcar dos tendencias claras: un repunte sostenido de la candidatura de Sebastián Piñera, y un deterioro progresivo (y de muy alto riesgo) del candidato de la Concertación, Eduardo Frei.
Esta evaluación no debería sorprendernos tanto, si observamos los grandes golpes publicitarios que los estrategas de Frei han intentado inyectar a su campaña. El ingreso de la madre de la presidenta Michelle Bachelet, y de la renunciada ministra, Laura Albornoz, al comando de Frei, responde, precisamente, a la necesidad urgente de energizar una candidatura que se sigue encogiendo.
Se trata de revertir la concreción del peor escenario, que pudieron haber imaginado los estrategas de la Concertación, desde que comenzó la carrera presidencial. En este caso: la consolidación de la imagen de favorito de Sebastián Piñera, y el debilitamiento de su propio candidato, frente a un contendor mucho menos experimentado, proveniente de sus propias filas.
Muy malas noticias para la coalición de gobierno, y en especial para la cúpula del Partido Socialista, que le negó al candidato ‘díscolo’, la posibilidad de representar al propio partido en las cuestionadas primarias del oficialismo. A menos de dos meses, Frei se encuentra en la misma posición que enfrentaba a Joaquín Lavín con Sebastián Piñera en la elección presidencial del año 2005.
Al igual que hoy, esas encuestas registraron un desgaste paulatino, pero progresivo del representante de la UDI; debilitamiento que terminó con el relego definitivo del candidato estrella de la centro-derecha, Joaquín Lavín, a un tercer lugar.
Faltando poco para la celebración de los comicios presidenciales, la solución ya ni siquiera pasa por admitir que grandes segmentos sociales perciben (justificadamente o no), la existencia de un serio déficit en la calidad de gestión, que la coalición de gobierno ofrece, tras 4 periodos consecutivos en el poder. Veinte años es mucho tiempo, como para esperar un cambio de rumbo entre tantos que prefieren aislarse de la crítica.
Es más, en un periodo en que el desgaste requería, justamente, de un liderazgo que revitalizara a sus decaídos simpatizantes, la Concertación no encuentra una mejor propuesta que llevar al mismo aspirante que ya ganó las elecciones del 93’.
Siendo un candidato de bajo perfil y débil retórica, no es casualidad que, desde el comienzo de los debates presidenciales, Frei muestre una mayor tendencia a la baja. Hay consenso en que la comunicación no es su fuerte. Por esta razón, difícilmente, se puede esperar un repunte de su candidatura, en un periodo en el que los chilenos se muestran más receptivos con propuestas que cautiven e inviten a lo nuevo.
De todas maneras, a pesar de los decepcionantes resultados que arrojan las encuestas, la Concertación aún mantendría la primera opción de pasar a la segunda vuelta. Pero ya no tanto por el entusiasmo repentino que pudiera despertar su candidato, sino por su condición de coalición gobernante, condición que se refleja en la disposición de recursos que nunca deben ser subestimados.
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