En su texto “Defensa de la palabra” dice Eduardo Galeano que las nuestras son repúblicas del silencio para graficar la situación que vivimos los latinoamericanos luego de las dictaduras que por tantos años atormentaron a los pueblos del continente e impusieron el ocultamiento de la realidad mediante la manipulación de las conciencias, a través del control de los medios de comunicación con la censura y autocensura consiguientes, todo a fin de garantizar la invulnerabilidad del sistema. “Si en América Latina está reservado a pocos el goce de los bienes terrenales – agrega el escritor uruguayo – es preciso que la mayoría se resigne a consumir fantasías ; se vende ilusiones de riqueza a los pobres y de libertad a los oprimidos, sueños de triunfo para los vencidos y de poder para los débiles”.
Esta mordaza impuesta por las dictaduras, con matices, con altos y bajos, en general se ha mantenido en las precarias democracias post dictaduras con el visto bueno de los gobiernos de turno y un buen ejemplo es nuestro propio país en el que con muy escasas excepciones, los medios siguen siendo responsables destacados de la alienación cultural, de la incitación al consumismo, de la farándula y la frivolidad, de la exaltación de falsos valores ; adormecedores de conciencias, mutiladores del pensamiento propio, exaltadores de falsas rebeldías que en definitiva son tributarias del modelo. Medios que, con las solas excepciones de aquellos de izquierda, o alguno que otro de la llamada centro izquierda, ocultan o disfrazan la realidad en el decidido empeño de una idiotización masiva.
Pongo un ejemplo : ¿sabía usted que este mes la “señora Lucy”, como sus colegas llamaban a doña Lucía Jaramillo, una vestuarista de 72 años, antigua trabajadora de Chilevisión, el canal de Sebastián Piñera, murió trágicamente al caer en un profundo hoyo en el estudio en que se filma la teleserie “ Mujeres de Lujo”?. No había señalización alguna ni luces de emergencia en el estudio atiborrado de cables. Nadie se percató de su caída hasta que más tarde la encontraron sus compañeros de trabajo, quebrada y desangrada. Su muerte pudo evitarse si hubiera existido condiciones laborales adecuadas. Como si no bastara, para sorpresa y rabia de los trabajadores de Chilevisión, el cura que ofició la misa fúnebre llamó a no dramatizar ni a protestar por lo ocurrido sino más bien a alegrarse por el trabajo que realizaban.
Premonitoriamente, el 23 de noviembre el diario electrónico El Mostrador había difundido que la Dirección del Trabajo había fiscalizado a los canales de televisión abierta, denunciando que en Chilevisión se obliga al personal a extensas jornadas de trabajo sin pago de horas extraordinarias, personal bajo falsas formas de sub contrato, trabajadores con vínculo laboral pero a los que se les paga con boletas de honorarios para birlarle imposiciones provisionales y de salud, actores a los que se les fuerza a dar boletas de empresas, etc… El responsable personal y directo de esta burla a las leyes laborales es, en último término, el empresario Sebastián Piñera que pretende ser presidente de Chile. Pero ¿quién se entera de estos hechos en una república del silencio?
Un joven colega con el que converso de estos temas, me dice que estos no le parecen argumentos suficientes como para votar por Frei en segunda vuelta y que prefiere darse el gusto personal de castigar a la Concertación (que bien se lo merecería si no fuera ésta la situación) y que anulará su voto. Por mi parte creo que no es tiempo ni ocasión para los gustitos personales. Habrá tiempo para todo, pero esta vez se trata de algo muy serio, para el país y para el continente. No podemos facilitar con votos nulos la elección de un presidente controlado por los próceres de la dictadura y que además alienará la política exterior chilena de modo todavía más servil con el imperialismo norteamericano y los gobiernos reaccionarios del continente. Lo que en nuestro tiempo corresponde es hacer cuanto sea necesario por romper con los silencios y hacer de Chile una república democrática de verdad. ¡Feliz año para todos, menos para uno!, como dijo don Pablo.
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