Costó mucho convencer a mi papá que podía levantarme y sentarme en el living a mirar la televisión para ver el alunizaje del Apolo 11, aquel 19 de julio de 1969. Ese año mis vacaciones de invierno fueron invadidas por un resfrío, que me envió derechito a la cama, bajo los cuidados de mi abuela. Entre la fiebre y mis deseos de disfrutar de la televisión, los días los sentía eternos.
Mi casa era una de las privilegiadas del barrio, ya que contábamos con un televisor, que mi progenitor había obtenido en un club de televidentes, una especie de polla donde cada mes pagaban una cuota y compraban un aparato, que se rifaba entre los socios.
Esa noche, mi familia se multiplicó y aparecieron tíos, primos que no había visto en mi corta vida. Todos tenía un interés común, ver la llegada del hombre a la Luna. Mi abuela, mis tías, muy jóvenes en aquellos años, se esmeraron en habilitar el living, correr los sillones y buscar cuanto almohadón encontraron.
Mi padre llegó con varias bolsas del Unicoop con bebidas y cosas que no identifique, pero mi imaginación proyectó como comida muy buena.
El tubo del televisor Silvania de 23 pulgadas iluminaba los rostros de mis numerosos familiares, quienes observaban las imágenes de la nave sobre la luna. Nadie notó que ingresé a sentarme en un rincón arropado como para ir a la Antártida.
La voz de Patricio Bañados relataba la gran hazaña de los norteamericanos de llegar a la superficie “selenita”, donde se posaría el Apolo 11, en un sector llamado “Mar de la Tranquilidad”. También desde ese día se instaló en mi mente la palabra “vía satélite”.
Recuerdo que las imágenes eran borrosas, y en un momento veo blanco y negro cuando Neil Armstrong descendía unas escalinatas y escuche la famosa frase “That's one small step for a man, one giant leap for mankind” (Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad).
El silencio de los espectadores ubicados en diferentes partes de la sala de mi casa, me provocó una sensación de estar viviendo algo importante.
En un momento toco la falda de mi abuela y le pregunto: ¿Y quien puso esa cámara afuera del Apolo 11, si el astronauta recién bajó? Ella solo me miró y toco con sus manos mi pelo.
Hoy, creo firmemente que acudí a un montaje de la Nasa, y pienso que el hombre nunca llegó a la luna. Y me sumo a las sospechas que, algún director de cine muy famoso fue el articulador de tan buena trama.
Estados Unidos estaba perdiendo la competencia frente a la Unión Soviética en los temas del espacio. Desde que Yuri Gagarin en 1961, la Nasa vivió fracasos y muerte en sus proyecto de enviar al hombre a la Luna. En 1967 el Apolo 1 ardió en llamas muriendo sus tres astronautas.
La presión política era demasiado para no cumplir con lo establecido por el presidente Kennedy, de enviar un hombre a la Luna ante de finalizar la década del 60. Y lo hicieron, pero en unos estudios cinematográficos del desierto de los Estados Unidos, quizás en vivo y en directo, siendo yo testigo de aquel primer Reality show vía satélite.
* Jota Linderos
Mi casa era una de las privilegiadas del barrio, ya que contábamos con un televisor, que mi progenitor había obtenido en un club de televidentes, una especie de polla donde cada mes pagaban una cuota y compraban un aparato, que se rifaba entre los socios.
Esa noche, mi familia se multiplicó y aparecieron tíos, primos que no había visto en mi corta vida. Todos tenía un interés común, ver la llegada del hombre a la Luna. Mi abuela, mis tías, muy jóvenes en aquellos años, se esmeraron en habilitar el living, correr los sillones y buscar cuanto almohadón encontraron.
Mi padre llegó con varias bolsas del Unicoop con bebidas y cosas que no identifique, pero mi imaginación proyectó como comida muy buena.
El tubo del televisor Silvania de 23 pulgadas iluminaba los rostros de mis numerosos familiares, quienes observaban las imágenes de la nave sobre la luna. Nadie notó que ingresé a sentarme en un rincón arropado como para ir a la Antártida.
La voz de Patricio Bañados relataba la gran hazaña de los norteamericanos de llegar a la superficie “selenita”, donde se posaría el Apolo 11, en un sector llamado “Mar de la Tranquilidad”. También desde ese día se instaló en mi mente la palabra “vía satélite”.
Recuerdo que las imágenes eran borrosas, y en un momento veo blanco y negro cuando Neil Armstrong descendía unas escalinatas y escuche la famosa frase “That's one small step for a man, one giant leap for mankind” (Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad).
El silencio de los espectadores ubicados en diferentes partes de la sala de mi casa, me provocó una sensación de estar viviendo algo importante.
En un momento toco la falda de mi abuela y le pregunto: ¿Y quien puso esa cámara afuera del Apolo 11, si el astronauta recién bajó? Ella solo me miró y toco con sus manos mi pelo.
Hoy, creo firmemente que acudí a un montaje de la Nasa, y pienso que el hombre nunca llegó a la luna. Y me sumo a las sospechas que, algún director de cine muy famoso fue el articulador de tan buena trama.
Estados Unidos estaba perdiendo la competencia frente a la Unión Soviética en los temas del espacio. Desde que Yuri Gagarin en 1961, la Nasa vivió fracasos y muerte en sus proyecto de enviar al hombre a la Luna. En 1967 el Apolo 1 ardió en llamas muriendo sus tres astronautas.
La presión política era demasiado para no cumplir con lo establecido por el presidente Kennedy, de enviar un hombre a la Luna ante de finalizar la década del 60. Y lo hicieron, pero en unos estudios cinematográficos del desierto de los Estados Unidos, quizás en vivo y en directo, siendo yo testigo de aquel primer Reality show vía satélite.
* Jota Linderos
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