lunes, 12 de enero de 2009

Los espacios que ya no me pertenecen...

Jota Linderos

Siempre he considerado que hablar de mis cosas en forma pública, es de mal gusto. A quien le pueden interesar mis problemas, si la gente ya tiene los suyos, me respondo. Sin embargo en esta oportunidad me referiré a algo que me afecta profundamente, como es la separación de mi hijo Camilo. No es fácil para un papá, de la noche a la mañana perder los espacios, los juegos, las vivencias y ser un guía para orientar su futuro. El sistema judicial chileno discrimina al hombre en estos casos, y se ve enfrentado a un monstruo que sólo te observa como proveedor de alimentos y cajero automático.

La vida sin el ser querido con el que viví mucho tiempo, de la noche a la mañana se esfumó; su risa, su sueño, llanto y necesidades ya no son mi espacio, ya no me pertenecen.

Mi hijo ha cumplido, en los últimos años, mi responsabilidad ante la vida, por mis pecados de juventud, mis injusticias y mi arrogancia ante la paternidad. Además, mis carencias de mi niñez, tanto afectivas y materiales, he tratado que Camilo no las sufra, como las viví yo, con un padre ausente, lejano y hostil.

A veces, el tiempo puede ser la cura de todos los males, incluso cerrar heridas de amor, sin dejar cicatrices. Pero el amor por mi guagua, nadie me lo robará, aunque tenga de luchar con el monstruo más poderoso, lo haré, por que mi única arma es el cariño y mi verdad por mi hijo de siete años.

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